Guillermo del Toro tomó la bandera de México en las manos, la besó, la abrazó y la extendió arrodillado frente a su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, minutos después de develarla ayer en Los Ángeles, California.
Fue ahí cuando se nombró como mexicano e inmigrante, como raro y amante de serlo. Así lo dijo en un discurso inmerso en un panorama de tensión antiinmigrante tras los tres tiroteos en diferentes ciudades de Estados Unidos, uno de ellos en Texas, en donde un joven de 21 años disparó su arma teniendo como principal objetivo a los mexicanos.
Lo que necesitan saber es que soy mexicano y soy inmigrante. Estamos en un momento de gran miedo y gran división, porque el miedo es el que se usa para dividirnos y decirnos que somos distintos; lo utilizan para decirnos que no somos iguales, que no debemos confiar en el otro. Pero el antídoto ante eso es permanecer juntos, unirnos, y entender que esa división es completa fantasía.
Como mexicano, recibir esta estrella parecería banal o simple, pero es muy importante en estos momentos, porque puedo decirle a los inmigrantes, de cualquier país, que crean en las posibilidades y no en los obstáculos. No crean en las mentiras que dicen de nosotros, crean en las historias que llevan dentro y crean en todo lo que haga la diferencia, porque todos tenemos una historia que contar y así contribuir con este mundo”, afirmó Del Toro.
Fue en medio de repetidos gritos de “¡Guillermo, Guillermo!” entre los que Rana Ghadban, presidenta y directora ejecutiva de la Cámara de Comercio de Hollywood, presentó al cineasta mexicano, guionista, productor y director, como “uno de los más creativos y visionarios cineastas de su generación”.
Mientras parte de su trayectoria era recordada, el originario de Guadalajara, nacido el 9 de octubre de 1964, dio autógrafos entre los asistentes y abrazó largamente al actor Ron Perlman, protagonista de Hellboy.