Un grupo de físicos estadounidenses ha creado en laboratorio un modelo del Sol que ha permitido reproducir en miniatura el campo magnético con espirales propio del astro.
Los investigadores de la Universidad de Wisconsin-Madison armaron una esfera hueca rotatoria con un fuerte imán en el centro que genera una bola de plasma en su interior. Para ello, bombean a través de una matriz un helio que es ionizado y al que aplican una corriente eléctrica. Dentro de ese potente campo magnético, el gas se convierte en un agitado plasma.
Esta bola creada por los científicos produce sus propias erupciones de plasma similares a las que alimentan los vientos solares sobre la superficie de nuestra estrella. Estos brotes se arremolinan en espirales que llevan el nombre del astrofísico estadounidense Eugene Parker, responsable de su descubrimiento.
Medir esta forma de fluidos provenientes del Sol y también la interacción entre su campo magnético y el viento solar fueron los principales objetivos del estudio, que es recogido en un artículo publicado en la revista Nature Physics este 29 de julio. Hasta el momentos, estos fenómenos no habían sido explorados lo suficientemente por las sondas espaciales.
Por primera vez, los científicos han podido observar en detalle cómo se generan esas espirales y cómo el plasma de alta velocidad encuentra puntos débiles en el campo magnético para escapar. En condiciones reales, las espirales son fruto de una interacción entre el campo magnético del Sol y el viento solar que emite el astro, explicaron los científicos.
El experimento permite observar y monitorear en tres dimensiones espirales de Parker en miniatura. Si bien estas réplicas a pequeña escala no son completamente iguales que las reales, que se expanden por el espacio, el invento sin duda ayudará a los investigadores a desentrañar la física del plasma y del campo magnético del Sol.
Los investigadores niegan que su creación suprima la necesidad de futuras misiones de sondas espaciales. Entre estas destaca la sonda solar Parker, lanzada en agosto de 2018, que se sumergirá por debajo de la región de la superficie del Sol donde nacen los vientos solares para medirlos con mayor exactitud que nunca.
Mientras tanto, la Gran Bola Roja, nombre con el equipo de Peterson bautizó su invento, está disponible para que otros investigadores la utilicen y realicen con ella pruebas y mediciones, algo que la puede convertir un recurso de gran relevancia para comprender mejor el funcionamiento del Sistema Solar.